miércoles, 6 de abril de 2011

Comida de plástico

El otro día fui a comprar al Mercadona, todo sea dicho, hacía mucho tiempo que no iba a comprar comida allí; y mientras revisaba los productos de la lista, pasaba por un montón de estantes y productos, que el amado consumismo capitalista, había llevado hasta allí. Y me di cuenta de la cantidad de envases que se utilizaban para todos los alimentos, una cantidad inimaginable, si lo multiplicamos por el número de centros comerciales del país, y mas, del mundo. Había incluso productos envasados en una bolsa de plástico, que luego tenían más bolsas de plástico para individualizarlos, como las magdalenas, los bizcochitos y las ensaimadas. Yo recuerdo, que de pequeña, no las encontraba así, las encontraba todas dentro de una bolsa, y no por ello era menos higiénico...al menos no vi que se muriese nadie por eso.
En la sociedad actual, no se consume como hace 30 o 40 años. No sólo por el cambio que ha sufrido nuestra dieta en la última década, si no porque ahora, todo lo que comemos, está plastificado. Además de consumir los recursos naturales de manera masiva, estamos produciendo y malgastando otros recursos que se emplean en el proceso, entre ellos, la plastificación de todos los alimentos; cuando los consumimos, estamos consumiendo también todo lo que los envuelve. Antes, ibas al mercado del pueblo y allí te abastecías directamente, lo máximo que necesitabas era una bolsa, en muchas ocasiones era de tela, y los productos eran naturales y frescos. A raíz de esto, también observé el otro día, un montón de frutas y verduras, grandes, coloridas, y muy brillantes, y muy limpias...cogí unos tomates y me los llevé a casa, parecía que me estaban llamando para que me los comiera. ¿Y a qué sabían? A Nada. Mi madre siempre me dice que en esos sitios observe, cuales son los tomates que tienen mejor pinta, que los toque, que los compare... y yo digo: Ahora eso, ¿Para qué? Si total, todos me van a saber igual, a nada. Y es que a veces, cuando veo a los tomates, a las manzanas, todo tan brillante y tan bonito, sólo soy capaz de acordarme de los juguetes que usábamos para jugar a las cocinitas en mi guardería...era comida de plástico, y en poco se diferenciaba de lo que hay ahora.
Os invito, si nunca lo habeís hecho (que dudo de que no) a degustar y comparar un tomate de un huerto natural, recién cogido, con uno del supermercado X. Ya vereís lo que cambia la cosa, y el gusto que da disfrutar de algo así.

Además de el placer personal que puede proporcionaros, pensad que es más ecológico, en todos los sentidos, y estaremos echando una mano al planeta, si sabemos tratar con equilibrio el consumo.

Un beso.